Kolonaki fue, durante muchos años, el barrio de las clases acomodadas urbanas de Atenas. Se trataba del barrio elegante y caro del centro. Era tal el carácter aristocrático de la zona (sobre todo en comparación con otros) durante los años ´50 y ´60, que dio lugar a la expresión laós ke Kolonaki, es decir, «el pueblo llano y Kolonaki», frase que a su vez inspiraría inolvidables películas y una canción de 1959. Su nombre significa «pequeña columna», algo que se explica porque en el siglo XIX se levantó un pilar de mármol de dos metros por allí, como parte de una ceremonia cristiana con rasgos paganos, a fin de alejar el peligro de las epidemias.
Hoy en día, sin embargo, y a pesar de conservar un cierto glamour que se nota sobre todo en las marcas y los precios de su zona comercial, Kolonaki ha sido engullido por el centro, y lo decimos para bien: es un barrio de lo más vivo que no se diferencia demasiado de los demás que integran el corazón de Atenas.
El lugar más emblemático del barrio es la plaza Filikís Eterías, nombre de la principal sociedad secreta que preparó la revolución contra el Imperio otomano (pues esa es su verdadera denominación, aunque por lo general se la conoce como plaza de Kolonaki); en estos momentos está vallada y no podrán apreciar gran cosa: se hallan en curso las obras que llevarán el metro al barrio. Con todo y con eso, se trata de una zona muy frecuentada, ya que queda relativamente cerca de muchos sitios clave: la plaza Síntagma, la Fundación B&Μ Theocharakis, el Museo Benaki, el Museo de Arte Cicládico, el Museo Bizantino, el Museo de la Guerra, la colina del Licabeto, el Instituto Británico, el Instituto Cervantes y la mayoría de embajadas, así como los hoteles más prestigiosos de la ciudad.
La dificultad estriba, como casi siempre en Atenas, en encontrar un sitio para dejar el coche. Se ha adoptado un sistema de estacionamiento de pago (1 euro por hora) cuyos tiques se compran en los quioscos; también hay aparcamientos privados, tanto cubiertos como al aire libre, pero el precio ronda los 10 euros por hora. Además, hay zonas de parking reservadas para los habitantes de la zona: están marcadas con una línea azul. Pero, de todos modos, y aunque el metro no haya llegado aún hasta la plaza, la parada de Evanyelismós (Evangelismos) no los dejará muy lejos (hay que subir una cuesta algo endiablada, eso sí). También puede convenir la parada de Síntagma, desde donde podrán llegar a Kolonaki dando un agradable paseíto, subiendo por ejemplo por las floristerías de debajo del Parlamento o atajando por las calles del centro; pero antes, no olviden pasar por el Aristokratikón, tercera generación de artesanos chocolateros que cuenta con solo dos establecimientos en Atenas: el de la plaza de Síntagma y otro en el barrio de Cefisia (Kifisiá); como justa alternativa para los que no pecan de golosos, enfrente se encontrarán el Áriston, rey de las pitas (empanadas) en general y de la tirópita kurú en particular.
De camino a Kolonaki, pasarán también por la panadería francesa Paul; si les ha entrado el gusanillo, deténganse a probar sus exquisitos cruasanes antes de continuar su paseo; tengan en cuenta que están a un paso (casi literalmente) del Museo Numismático, que alberga una gran colección de monedas desde la Antigüedad y está ubicado en el palacete Ilíu Mélazron; aunque solo fuese por eso, ya merecería que le echasen un vistazo, pero es que además cuenta con una de las cafeterías con jardín más agradables del centro, que algunas noches celebra conciertos de jazz. Ya que andan por aquí, hagan una pequeña (o no tan pequeña) parada en Politeia, la librería con mayúsculas en Atenas, o quizás en Polyglot, donde podrán asombrarse ante la cuidadísima selección de literatura en español (y en otras lenguas).
Aunque ahora suponga un desvío, merece la pena tomar la calle Vukurestíu para llegar a Kolonaki, para no caer en el error de pensar que Dionisíu Areopayitu es la única peatonal de la ciudad. Una vez en el barrio que nos ocupa, aprovechen para callejear e ir de compras, pues se trata de una zona cuidada (de algo tenía que servir el pasado burgués) cuyas calles están salpicadas de construcciones neoclásicas y escaparates. Hay cantidad de zapaterías y joyerías (dos de las grandes debilidades de la mujer ateniense), así como boutiques de diseñadores griegos, pero también tiendas nuevas que han brotado en los últimos años y que dan un toque de aire fresco al panorama comercial de la zona, que gira particularmente alrededor de las calles Skufá, (donde se hallan la sede del Instituto Cervantes y la iglesia de San Dionisio Areopagita, patrón de Atenas, de estilo neobarroco), Patriarju Ioakím (Patriarchou Ioakeim), Anagnostopulu, Kanari, Kapsali, Milioni y Tsakalof, estas últimas dos peatonales. Algunas de las tiendas más exclusivas son: Callista (bolsos y artículos de cuero), Ancient Greek Sandals (sandalias artesanas de cuero no tratado con productos químicos que aúnan diseño y calidad y siguen la estética minimalista de la Grecia clásica), Zeus + Dione (ropa y accesorios inspirados en la antigua Grecia), las joyas de Anna-María Mazaraki, artículos con buena relación calidad-precio que beben de la tradición griega, Vourakis Gifts, donde encontrarán joyas y otros artículos para regalar, o las joyas de alta gama de Maramenos Pateras, Gofas o Kessaris. Si buscan un regalo elegante a la par que original y simpático, no lo duden: diríjanse a Thalassa Collection a buscar corbatas o pañuelos con motivos típicos griegos: el ojo, el búho, los barcos, etc. También hay una magnífica librería, un gran ejemplo de los nuevos locales que están viendo la luz en Atenas: Booktique.
En cuanto a cafés y terrazas, bueno, ya saben, estamos en Atenas: el día en que escaseen, será porque verdaderamente se acaba el mundo. Encontraremos sitios clásicos, lugares de encuentro de periodistas, políticos y personas televisivas, por ejemplo el Da Capo, el preferido del actual Primer Ministro, o el Filion, frecuentado por artistas e intelectuales, que sirve desde café y dulces hasta comida casera, pero también nuevas incorporaciones como el Alfiere Caffe Italian Bar o Il Gatto Caffe, por citar solo dos. Otro gran clásico donde podemos tomar café por la mañana, pero que alcanza su hora álgida al mediodía, con las cervezas y los «mesedes» (pequeños platos para picar), es el café Dexamení, un rincón con gran encanto, entre pinos y álamos. Por cierto, este local fue uno de los lugares preferidos de célebres escritores, como Nikos Kazantsakis, por mencionar uno solo. Si les gustan los dulces, no se pierdan la pastelería Désiré y su tarta Saint-Honoré, su gran especialidad desde 1962, aunque también son excelentes sus galletas de mantequilla y sus dulces navideños.
Sin embargo, si lo que queremos es detenernos a comer, podemos darnos el gustazo de ir al Zurbarán (no, no parece que haya relación alguna con el pintor español), que tiene el mérito de ser excelente tanto en el sushi como en las hamburguesas, o el Brunello (allí probamos un mero para chuparse los dedos, solo que lo chic del ambiente no lo permitía). También podemos dirigirnos a uno de los restaurantes de cocina griega de la zona: tendrán que elegir entre el Oikeio, el Kiouzin, el Birbilo, el Filippu (una taverna de tercera generación con comida casera excelente y buenos precios que también hace entregas a domicilio, tanto en la oficina como en casa) o el Papadakis – el restaurante de la chef Aryiró Babarigu, una especie de Arguiñano griega – . Si no comen carne, o en cualquier caso prefieren comer pescado, algo que no siempre resulta fácil en Atenas a pesar de ser ciudad de puerto, diríjanse al Barbunaki; y, si buscan una buena trattoria (seguro que ya han advertido el enorme aprecio griego por la cocina italiana), al Cappana. También podemos bajar, casi hasta la confluencia con el centro, para llegar hasta el City Link, donde podremos recuperar fuerzas en el Caffe Clemente, con sus excelentes bocadillos, o en el Pasaji, que tiene menú del día, algo que no es muy corriente en Grecia. Son buenos lugares para descansar y reponer fuerzas después de haber visitado los grandes almacenes Attica, los más famosos de la capital.
Dicho todo esto, Kolonaki puede ser elegante y burgués, pero no por ello dejará de tener mercado al aire libre (laikí agorá, literalmente «mercado popular»). En él encontraremos fruta y verdura, gran variedad de aceitunas y quesos tradicionales, pescado, plantas, hierbas aromáticas, flores y hasta ropa. A mí me fascina perderme por los mercados de las ciudades que visito, porque así uno va conociendo los gustos y el carácter de la gente, además de ver y oler los productos locales, e incluso comparar precios. Otra cosa que no puede faltar en un barrio ateniense es el cine de verano; en este caso, hablamos del Dexamení, pero ¡ojo!, las películas extranjeras siempre están subtituladas en griego y solo se dobla el cine infantil.
Las tiendas de frutos secos, que también constituyen un género en sí mismo en Atenas, cuentan en Kolonaki con un dignísimo representante: la cadena Carpo. Allí encontrarán frutos secos, sí, pero también café recién cortado o deliciosos chocolates, entre otras muchas exquisiteces. Si somos más de salado, podremos también visitar el punto de venta de la quesería Kostarelos, donde encontraremos una gran variedad de quesos y productos lácteos de su producción, además de muchos otros manjares, tanto dulces como salados, seleccionados por el propio establecimiento.
Y, para terminar, qué mejor que acudir a The Apivita Experience Store, cinco plantas dedicadas a la marca de productos naturales más conocida del país, concebida por una pareja de farmacéuticos griegos, amantes de la naturaleza, que se inspiraron en la vida de las abejas (en latín apis y vita) para desarrollar una completa gama de artículos holísticos para mujeres, hombres y niños. Podrán darse un masaje, ir de compras o tomarse un té, ¿o quizás las tres cosas? Otra alternativa para quienes quieran terminar el día dándose un pequeño gusto es la sucursal en Kolonaki de Gino, peluquería y salón de belleza a precios razonables, presente en otros rincones de Atenas.
O, si no, podemos terminar el día saboreando un cóctel en alguno de los bares de este barrio… El Ippopótamos, por ejemplo, un local clásico (al estilo ateniense) que cuenta con una decoración maravillosa, o el Rock and Roll, punto de referencia de la escena nocturna durante la década de los 90, que ha vuelto a la carga tras un breve paréntesis, y del que algunos aseguran que cuenta con la mejor barra de Atenas.